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Una de las mejores voces soprano de la ópera contemporánea, ver a Ailyn Pérez en el escenario, puede hacer creer que uno está delante de un talento tocado por el destino. Pero, aunque hoy su currículum incluye presentaciones en grandes ciudades como Montreal, Berlín, Milán, Roma, París o Londres, llegar a consagrarse, supuso para esta mujer imparable, trabajo duro y la capacidad de reponerse al racismo.

“Cuando era niña, nos mudamos a un suburbio donde no había tanta violencia. Pasé así, a ser la única mexicana en mi nueva escuela. No había sentido el cambio hasta que un día, de la nada, uno de los maestros me tiró la charola de comida. No entendí por qué merecía ese trato de su parte y me empecé a sentir diferente a los demás”, contó la artista nacida en Chicago, en una familia de inmigrantes.

Paradójicamente, fue también en la escuela, a través de los programas de música, donde la pequeña Ailyn, encontró la manera de “sentirse aceptada”.

Para cuando terminó la secundaria, su talento era evidente. Gracias a ello, así como al apoyo incondicional de sus padres, quienes siempre la impulsaron a superarse, pudo conseguir una beca para formarse en la Escuela de Música de la Universidad de Indiana, a la que le siguió la Academia de Artes Vocales de Filadelfia.

Sin embargo, las puertas al mundo de la ópera profesional se abrieron para ella cuando, en 2006, obtuvo el segundo lugar en la competencia Operalia, del tenor Plácido Domingo. Desde entonces, no ha hecho más que crecer, llegando a convertirse en 2012, en la primera persona hispana en recibir el premio Richard Tucker, un galardón con más de 35 años de historia.

Con este renombre, Ailyn es actualmente parte de Opera for Peace-Leading Young Voices of the World, un movimiento cultural que busca reflejar la diversidad del mundo, para contribuir a construir un futuro más inclusivo.